Es muy tipico que en esta asignatura se generen "vacios" de todo
tipo; existenciales, filosoficos, religiosos y un largo etc. Por ello y de
alguna manera adquiri, esta "herramienta" que a lo largo de estos
años ha permitido ( de manera parcial -no milagrosa- y respetando el tempo de
los alumnos ) "arreglar" este "problema", espero que lo
disfruten:
Capítulo XI
LLEGAR A SER QUIEN SOMOS
Las diferencias entre las tradiciones occidentales judeo-cristianas, y sus
contrapartidas orientales, hindúes y budistas, pueden comprenderse parcialmente
como un contraste entre la línea recta y el círculo. En el occidente, los
ideales seculares de trabajo, éxito y progreso se acomodan bien al dogma
religioso de evitar la tentación, vivir una vida buena, proseguir un camino
recto y estrecho, y esforzarse por imitar la naturaleza perfecta e inalcanzable
de Cristo. La línea recta que debemos seguir para salvarnos es la de la
terrible distancia entre nuestra maldad y la bondad del dulce Cristo.
En la vía circular del Oriente, sólo debemos reconocer que cada uno de nosotros
ya es el Buda. Sólo necesitamos rendirnos a nuestra auténtica naturaleza. El
principio guía del cosmos occidental es la inteligencia más alta llamada Logos,
hacia cuya perfección podemos ascender por esa línea larga y recta. En el Este,
en lugar de Logos, la palabra sánscrita Lila significa el poder cósmico del
Señor, a través del cual crea la ilusión del mundo, haciéndonos objeto (a
personas y cosas) de distintas modalidades de Su Divina Energía. Todo lo que
separa a alguien de la bendición del Nirvana es la maya de la ilusión. Nuestra
naturaleza auténtica está en el centro del círculo de nosotros mismos (Atman,
el yo universal). Cuando logramos abandonar la lucha por cambiar nuestra vida,
podernos desligarnos de ese apasionado trabajo por tratar de ser lo que no
somos.
Lo que suele considerarse fatalismo y pesimismo en el Oriente, es la idea de
que la vida es una rueda de infortunios, un ciclo continuo de nacimiento,
sufrimiento y muerte, al que las personas renacen una y otra vez gracias a su
ignorancia que les hace creer que pueden cambiar sus verdaderas naturalezas. El
karma de una persona es precisamente esa vida en la que ha nacido (y que a
veces se define como la carga de recompensas y castigos heredados de
encarnaciones previas). El karma de esta vida es tanto el efecto de vidas
anteriores, como la causa de lo que se ha de disfrutar o soportar en vidas
futuras.
Yo no creo en la reencarnación. Creo que no somos castigados por nuestros
pecados, sino con ellos. Y sin embargo, la metáfora del karma me parece
alentadora y esclarecedora. Creo que nacemos y nos desarrollamos para llegar a
ser quienes somos, en gran medida más allá al poder de la voluntad. Podemos
explicar psicoanalíticamente nuestro desarrollo en términos de las tempranas
experiencias familiares, pero aun así, los problemas de la desdicha personal
apenas si pueden atribuirse a algo más que a haber nacido en una casa
equivocada. ¿Si yo hubiera nacido en la casa de los vecinos, me hubieran amado
más, me hubieran aceptado con mayor ternura, y me hubieran comprendido mejor?
¿Quién sabe?
La familia y la cultura nos alientan a "mejorarnos"; a desarrollar un
"buen carácter". Con mucha frecuencia la distinción entre carácter y
personalidad es en realidad la doctrina de la máscara. En el mejor de los casos
cubre la diferencia entre el modo en que los otros conciben mi personalidad y
el modo en que yo sé que es. En el peor de los casos, la armadura defensiva de
la máscara va más profundamente aun, oscureciendo las diferencias entre mi
propio concepto noble e idealizado de mí mismo y el alma doble, de ángel y
bestia, que soy en realidad.
Creo que la herencia biológica y las circunstancias posteriores del azar nos
dan tanto oportunidades de gozo como necesidades de dolor. Pero decir lo feliz
o infeliz que soy por ser dueño de esta personalidad que es la mía y de esta
vida que me han dado, depende en gran medida de lo bien que pueda aceptar mi
destino, o de que pida que vuelvan a repartir las cartas, que todo vuelva a
empezar. No siempre puedo ganar, pero debo seguir jugando. Después de todo, es
la única partida que hay. Luchar contra el destino, tratar de realizar lo
imposible, pedir ser otro y vivir otro tipo de vida, todo eso es una demanda absurda
que sólo puede llevar a un sufrimiento innecesario. Ya es bastante con tener
que pasar por el dolor absolutamente necesario, sin estropear los placeres
futuros gimiendo. "¿Por qué yo? ¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?"
La construcción del carácter es una negación de la naturaleza verdadera del yo,
una búsqueda de un modelo mejorado. Por mi parte, ya no espero llegar a tener
un buen carácter, en tanto eso implique apartarme de mi "budeidad".
Mi propósito no es mejorar mi yo, sino llegar a conocerlo con mayor claridad, y
aprender a celebrar todo lo que soy. No necesito cambiar más mi personalidad
construyendo mi carácter, que cambiar mi destino tratando de ser tan bueno que
alguien me salve. Recuerde cuántas veces usted dijo: "Por favor Dios, si sólo
esta vez me haces pasar el examen (o lograr una promoción, o encontrar un
amor), entonces te prometo que nunca volveré a mentir (o a masturbarme, o a
responderle a mis padres). "
Esta distinción entre carácter y personalidad, es afín a la distinción entre
suerte y destino. Si no acepto conocer lo que siento, decir lo que pienso, y
hacer lo que digo, entonces mi vida es un objeto pasivo en manos de la suerte.
No obstante, en la medida en que acepto, me apropio y atesoro esa fortuna (o
desgracia) que es mi propia personalidad, y que es yo mismo, en esa medida
puedo transformar la suerte en destino. Sólo entonces puedo llegar a ser quien
soy, aceptando vivir mi vida tal como me ha sido dada, en lugar de esforzarme
por ser otro.
Para transformar mi suerte en destino, debo abandonar el hábito romántico de
decir algo más que la verdad. Debo comenzar presentando ante mis propios ojos
mi vida tal cual es, y luego ante los ojos de los demás. No hay necesidad de
ocultar mi fuerza, mi virtud, mi belleza. Pero todo esto ha de ser presentado
dentro del contexto de mis debilidades, de mis arrugas, y mis defectos. William
Butler Yeats nos aconseja bien cuando nos dice que:
"El alma debe volverse su propia traidora, su propia entregadora, la
actividad única, el espejo vuelto lámpara”1
Una vida sin dolor no es posible. Los pacientes suelen venir a la terapia
esperando que si pueden mejorar lo suficiente sus personalidades, si pueden
alcanzar la "madurez" o la "salud mental", entonces podrán
vivir una vida exenta de problemas. Les lleva mucho tiempo comprender que:
"En todo el mundo
no hay camino de salida.
El ciervo grita hasta
en las montañas más remotas."2
No es necesario que traten de volverse otros, puesto que la búsqueda de la
paz completa y la perfecta reunión con la Gran Madre nunca tendrán lugar. No
hay paz hasta la muerte, y quizá ni aun entonces. E, irónicamente, sea cual sea
la paz que haya reservada para nosotros, proviene de la aceptación de la
buena/mala naturaleza de quienes somos, así como de las cualidades afortunadas
desdichadas de nuestras vidas.
Importa menos que un hombre sea un extrovertido que se lance al mundo, mientras
otro es un introvertido para quien su propio interior es más importante, que
cada uno de ellos acepte ser quien es, y no trate de ser el otro. Pues, después
de todo, mucho antes de Cristo (y de Jung), Lao Tsé nos dijo:
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1 William Butler Yeats,
citado en Yeats: The Man and the Masks, por Richard Ellmann, E.P. Dutton and
Company, Nueva York, 1948, pág. 280.
2Fujiwara No Toshinari, poema sin título en
One Hundred Poems from the Japanese, traducidos al inglés por Kenneth Rexroth,
New Directions, Nueva York, 1964, pág. 81.
"Un hombre con coraje visible se atreve a morir,
Un hombre con coraje invisible se atreve a morir;
Pero cada uno de los dos
Tiene un aspecto mejor y peor que el otro."1
Quizá la neurosis no sea más que el conflicto por alcanzar nuestro propio
camino por cambiar a los otros, por corregir a la suerte, o, al fracasar todo
esto, por no querer entregarnos a nuestros deseos más profundos, de modo que si
no podemos alcanzar nuestro propio camino, al menos podamos impedir que otro
alcance el suyo.
Recuerdo a una paciente con la que he trabajado durante años, que ha superado
gran parte de su depresión, es mucho más expresiva, afirmativa y creativa, y ha
mejorado en gran medida su matrimonio, antes desdichado. Le resulta difícil
terminar su trabajo en la terapia, por un problema remanente, al parecer
insoluble.
Al principio comenzó describiendo su problema como un matrimonio que no era lo
suficientemente sólido y satisfactorio como para disuadir a su marido de su
interés por la pornografía. Gradualmente llegó a comprender que el problema no
era su marido, sino la respuesta que ella le daba. Cuando él manifestó su
interés en libros y filmes pornográficos, ella reaccionó con ansiedad y
resentimiento, como si él la estuviera traicionando.
Con mi ayuda, pudo relacionar estas reacciones con su desazón, siendo
adolescente, cuando su padre abandonó la familia y su matrimonio desdichado y
cayó en brazos de una joven sirvienta. En aquel entonces la paciente se protegió
del pánico que hubiera
implicado el reconocimiento de su total desamparo ante estas pérdidas,
rechazando todos los posteriores esfuerzos de su padre de volver a ponerse en
contacto con ella. Al conectar los dos sucesos, la respuesta de la paciente se
deslizó de una ansiedad y resentimiento difusos, a una insistencia más amarga y
contumaz según la cual ella no iba a ceder, es decir no aceptaba lo que
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1Lao Tzu, The Way of Life
According to Lao Tzu: An American Version, traducción de Witter Bynner,
Capricorn Books, Nueva York, 1962, pág. 71.
quisieran darle su padre o su
marido, pese a que ellos hubieran tolerado sus sentimientos y su insatisfacción.
Le salí al encuentro de su sombrío relato con el viejo cuento húngaro de las
tijeras. Se dice que en Hungría, hace años, una pareja se conoció, se
enamoraron y casaron. Al principio parecían muy felices, hasta que tuvieron una
discusión, aparentemente trivial. Estaban haciendo un paquete entre los dos, y
una vez que estuvo listo, sobraba un poco de hilo que había que cortar. El
marido dijo: "Iré a buscar un cuchillo para cortar este hilo". Pero
ella insistió en que cuando era chica y sobraba algo de hilo al hacer un
paquete, nunca se lo cortaba con un cuchillo, sino con una tijera. Y así
comenzó la discusión. Y durante años su matrimonio se envenenó con malestar e
irritabilidad pues crónicamente discutían el dilema del cuchillo y la tijera.
Pasado un tiempo, por supuesto, sus respectivas posiciones eran tan claras, que
'bastaba con que el marido dijera "¡cuchillo!" para que la esposa
gritara "¡tijera!".
Por último, el marido sintió que ya no lo soportaba más. Decidió que debía
librarse de una esposa tan pertinaz. Insidiosamente, la invitó una tarde de sol
a dar un paseo en bote. La llevó hasta el centro del lago, que era muy amplio y
profundo, y allí le dijo: "Vamos a poner en claro este asunto de una vez
por todas. O bien te das por vencida y admites que el cuchillo es el
instrumento apropiado para cortar un trozo de hilo, o te daré un golpe con este
remo y te tiraré al agua y como no sabes nadar, sin duda te ahogarás." La
respuesta de ella fue un desafiante: "¡tijeras!" En vista de lo cual
el marido levantó el remo, y de un golpe tiró a la mujer fuera del bote. Ella,
efectivamente, no sabía nadar, y trató de mantenerse a flote un momento,
mientras el marido le preguntaba "¿cuchillo?". Con la boca llena de
agua ella balbuceó "tijeras", y se hundió por primera vez. Momentos
después salía a la superficie, y el marido se apresuraba a preguntarle
"¿cuchillo?". Escupiendo agua por la boca y la nariz, ella gorgoteó:
"¡tijeras!" y se hundió por segunda vez. Cuando tras un largo momento,
exhausta y semiinconsciente, salió a la superficie y estaba a punto de hundirse
por tercera y última vez, él le dijo: "Esta es la última vez que te lo
digo, es cuestión de vida o muerte. ¡Cuchillo!" Y cuando ella se hundía
bajo la superficie de las olas, todo lo que pudo verse fue su mano derecha
levantada, uniendo y separando los dedos índice y mayor, haciendo un último
signo de tijeras.
Aunque este cuento ayudó a la paciente a reírse de sí misma, al reconocer su
propia tenaz y destructiva insistencia en no rendirse, no' bastó para liberarla
del problema. Le ofrecí la analogía con mi propia lucha contra el dolor y la
muerte inminente con la que me enfrento todos los días debido a mi tumor
cerebral inoperable, "¿ Qué podría hacer?" le pregunté. "Es la
única vida que me han dado. ¿Habría de desperdiciarla insistiendo en que esto
no puede sucederme a mí? ¿Que no es correcto, que es demasiado implacable, que
no puedo disfrutar el resto de mi vida porque hay en ella fragmentos que
considero inaceptables? Mi única esperanza está en encontrar la calma de la
rendición a mí mismo. Si me rindo a lo que no puedo cambiar, haga lo que haga
sin pensar en los resultados, entonces obtendré lo que puedo obtener." Su
amor hacia mí la ayudó a tender un puente entre nuestros comunes dilemas humanos,
y pudo experimentar tanto el absurdo como la profundidad de nuestras
situaciones. Pero antes de poder liberarse, tuvo que realizar, en su fantasía,
la experiencia de perdonar a su padre (y a su esposo), de no tratar más de
cambiar lo que no podía cambiarse, y de vivir en el dolor del desamparo. Es
bastante con que debamos sufrir pérdidas, disgustos y traiciones. No
necesitamos agregar a la desdicha y la mala suerte que la vida descarga sobre
nosotros, una lucha inútil contra el karma, contra lo que es nuestro en esta
única vida que tenemos.
Y si el terapeuta debe ayudar a otros a encontrar su camino, a aceptar su
karma, ¿qué clase de hombre debe ser? Una vez más Lao' Tsé nos lo indica, al
decir:
"Alguien que sabe que su destino
es el destino de todos los otros hombres
es quien mejor podrá guiarlos ... (pues) ...
Un hombre bueno, antes de poder ayudar
a un hombre malo,
encuentra en sí mismo al hombre malo."1
Lo mismo que le sucede al terapeuta le sucede al paciente. Si un hombre quiere
vivir plenamente, debe mirar sin parpadear todo lo que emerge de su
inconsciente. Si quiere ser algo más que una figura chata, debe hundirse en su
sombra. Todo lo que su conciencia le dice que no es, secretamente lo es. Las
aspiraciones de su filosofía social idealizada no son más que negociaciones del
oscuro reverso de lo que significa ser auténticamente humano. Un hombre no
puede huir del mal sin entregarse a él. No hay que evitar al mal, sino más bien
transformarlo. Si un hombre trata de ser generoso sin reconocer ante sí mismo
sus propios intereses secretos, seguramente resultará un déspota orgulloso, que
dará sólo cuando le convenga a su deseo de parecer benévolo. Si la caridad
fuera anónima, Dios se apiade del pobre. Nuestra única esperanza consiste en
volver la vida consciente hacia esos aspectos oscuros de nosotros mismos, de
los que nos han enseñado que no debemos recordarlos siquiera.
Pero aun nuestro intento de saber qué hay en la inconsciencia de nuestra
persona oculta, puede resultar una mera búsqueda de una inalcanzable
perfección. Aunque todos deben aceptar hundirse en las tinieblas del alma, nadie
puede conocerlas por entero. Nunca se completará la exploración. Pues pertenece
a la misma naturaleza de la bestia el quedar parcialmente oculta.
Si usted siente deseos de explorar la oscuridad de su corazón, estará
tentado a pensar que si se esfuerza lo suficiente y durante el tiempo
suficiente, llegará a saberlo todo. La inevitable búsqueda humana de la
ilusión de control, de tenerlo todo dominado de una vez para siempre, de no
tener que enfrentar más el desamparo y la soledad del largo
peregrinaje a través del poderoso marasmo de las fuerzas de la oscuridad,
lo tentará, sin duda, el resto de su vida.
_____________________________________________________
1Lao Tzu, The Way of Life According to Lao Tzu: An American Version, traducción de Witter Bynner, Capricorn Books, Nueva York, 1962, pág. 31, 41 y ss.
Es instructivo examinar los límites de la luz de la conciencia y de los
poderes de la razón, cuando se encuentran frente a las fuerzas oscuras. William
James, un psicólogo que quiso descubrir y comprender todas las variedades de la
experiencia religiosa, nos cuenta una historia. En uno de sus viajes, encontró
a un sabio hindú de quien esperaba obtener algunas respuestas conclusivas.
James, que había leído más de lo que había podido comprender sobre la filosofía
oriental, sabía que está escrito que:
“Brahma, el creador, conjuró ocho elefantes celestiales, que fueron colocados
en las cuatro esquinas del mundo y en los cuatro puntos medios de los lados, de
modo tal que soportaran el peso del firmamento superior.
Y así es que le preguntó al Mahatma: "Tengo entendido que su pueblo cree
que el universo se apoya en los lomos de grandes elefantes blancos, ¿no es
así?"
-Así es, en efecto -respondió el Mahatma.
-Bien, bien -siguió el Dr. James-. Ahora dígame, ¿En qué se apoyan estos
grandes elefantes blancos?
-Cada uno de ellos -respondió al instante el sabio- se apoya sobre otro
gran elefante.
-¿Y sobre qué se apoya ese otro gran elefante?
-Sobre otro gran elefante blanco, por supuesto.
El Dr. James, que veía bien encaminada su encuesta, comenzó a preguntar de
nuevo:
-¿Y sobre qué se apoya ... ?
Pero en este momento el Mahatma lo interrumpió.
-Dr. James, Dr. James, -le dijo con suavidad-, antes de que prosiga
interrogándome, debo advertirle una cosa. Hay elefantes blancos en todo el
descenso.”1
Y así, por más interés que tengamos en ver en las sombras, en enfrentar las
oscuras imágenes primordiales, en revelar el resto de nosotros mismos, a
nuestra conciencia, debemos recordar que hay grandes elefantes blancos en todo
el descenso. Aun así, debemos llegar a saber todo lo que podamos acerca de lo
que somos, o sufrir las ilusiones que creamos proyectando sobre otros lo que no
podemos aceptar en nosotros, viendo siempre al enemigo afuera de nuestras
personas, viviendo una vida de dogmática degradación del prójimo y
deshumanizado aislamiento de nuestras personas. Puesto que el inconsciente
proporciona una fuerza compensatoria para las actitudes unilaterales de la
conciencia, la autorrevelación espontánea de nuestros sueños nos enseñará lo
que debemos saber sobre esa parte nuestra que por lo general queda oculta. En
este sentido los sueños pueden ser proféticos, al revelar el tríptico del
pasado, el presente y el futuro, es decir de dónde venimos, por dónde nos
encaminamos, y qué nos espera más adelante.2
He aquí tres sueños, todos soñados una misma noche y presentados en una
sesión de terapia por una mujer joven que llevaba varios meses de tratamiento y
que experimentaba una extraña combinación de pánico ante lo que estaba
emprendiendo, y excitación frente a los resultados que podría obtener.
Sueño uno: Estoy en una fiesta conversando con algunas personas, no sé sobre
qué. Una y otra vez veo que mi esposo pasa a otro cuarto con una u otra de las
mujeres invitadas a la fiesta. Me sorprende descubrir que en lugar de sentirme
celosa, sólo siento curiosidad por saber qué sucede.
Sueño dos: Entro en un tocador suntuosamente decorado. Me siento anonadada al ver que el hermoso empapelado está
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1Heinrich Zimmer, Philosophies of India
(1951) pág. 120.
2 Gerhard Adler, Studies
in Analytical Psychology, Capricorn Books, Nueva York, 1969, págs. 92 - 119. El
"esquema cronológico triple" es estudiado con más amplitud en su capítulo
"Study of a Dream".
desgarrado en varios sitios. Me
quedo inmóvil, de pie, viendo cómo se despega de la pared, sin saber qué hacer.
Sueño tres: Estoy en un lugar excitante. Creo que es carnaval. Estoy en una
plataforma en el centro de otras cosas, cuidando a unos osos bailarines. Me
estoy divirtiendo muchísimo. Se me acerca un hombre y me pregunta qué estoy
haciendo. Me sorprendo al descubrir que puedo responderle sin dificultades. Le
digo: "Soy la Dama de los Osos" (se ríe). Ahora me doy cuenta que eso
era una broma, pues yo quería decir que era una dama sin ropa encima".
(Bear: oso; bare: desnudo).
Luego de examinar con ella los sueños a nivel de sus propias asociaciones
inconscientes, le sugerí que pensara si los sueños podían representar,
respectivamente, su pasado, su presente y su futuro. El primer sueño representa
el pasado, esto es, la situación que la trajo a mi consultorio. La charla en
una fiesta representa una vida social vacía, superficial y egoísta. En el sueño
su marido representa a su padre, en un nivel de asociación personal, y las
mujeres con las que se aparta, sus hermanas menores. Sin embargo, también
representa a su animus, caracterizado por la aventura de su esposo en un mundo
más complejo y exigente que el que habita ella. Al liberarse de sus celos, que
amenazan su persona, ha adquirido la curiosidad suficiente como para
preguntarse qué sucedería si saliese de esa vida de fiesta social y pasara a
otro cuarto. Y es lo que en parte ha hecho' al venir a mi consultorio.
El segundo sueño representa su ambivalencia presente y su dilema, por cuanto
comprende que tras varios meses de terapia, comienza a descubrir su lado
sombrío, al que se refiere llamándolo las cosas "primitivas" de ella.
En una sesión posterior, admitió que en este sueño no estaba de pie, sino
sentada en el inodoro, su metáfora para el material inconsciente. Es molesto
para una mujer educada en una familia con normas de clase alta, gente que se
siente por encima de la experiencia de los seres vulgares, referirse a estas
cosas. Es por eso que eufemísticamente llamó "tocador" al baño. Si
por ella fuera, negaría que tiene esas funciones, pero, como lo dice Montaigne:
"Los reyes y los filósofos defecan, y las señoras también". Y es por
esto que, pese a la suntuosa decoración del tocador, ve que el empapelado se
cae y deja a la vista la estructura oculta. Su interés por la terapia, por
mirar y ver lo que yace oculto, es experimentado ahora con una sensación de
desamparo, en tanto ve a su persona descascararse, y siente cada vez más temor
de lo que pueda encontrar debajo.
El tercer sueño representa su esperanza y excitación frente al futuro. La
atmósfera es la del carnaval, época en la que todo está permitido. Los osos
bailarines son su deleite y gozo ante sus impulsos instintivos, una vez que
estén bajo control sus aspectos peligrosamente agresivos. Ella sabe quién es, y
sabe qué está haciendo, por lo que le es fácil responder a la pregunta"
¿Quién es usted?" que le formula su animus. Ella es la Dama de los Osos.
Ha resuelto su complejo maternal negativo haciéndose cargo de su propio aspecto
materno. Es la dama de los instintos, la mujer poderosa. Y además es la dama
desnuda, que se ríe de estar desvestida, transparente, abierta, de ser la
criatura sensual y de que todos lo constaten.
Sus sueños me llevaron a una exploración más profunda de mi propio sueño de
lobo. Ahora pude interpretar al lobo como mi propia naturaleza destructiva, que
debo ocultar para llevar a cabo mi tarea de terapeuta. Ese aspecto del lobo es
el de Madre de los Abandonados, de Rómulo y Remo, el que, pese a su rostro de
destrucción, alimenta. Aún debo transformarme en el niño expósito que aprende a
vivir entre los seres brutales.
Esa misma semana recibí una ayuda adicional, esta vez de parte de un viejo
amigo que había leído un informe de mi sueño del lobo, publicado en una
revista.1No siempre se consigue lo que se quiere, pero sí lo que se
necesita. Me envió un ejemplar de un ensayó suyo2
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1Sheldon B. Kopp, "My own Dark
Brother", en Voices, vol. 9, Nº 2, págs. 60 - 61, verano de 1973.
2Frank Harunian, "The Ethical Relevence of a Psychutherapeutic Technique" Journal of Religion and Health, vol. 6, N° 2. Abril de 1967. págs. 148 - 154.
alemán llamado Levner, que
había desarrollado una' técnica llamada Imaginería Afectiva Guiada. El artículo
de Frank insiste sobre el uso de esta técnica alrededor del tema de alimentarla
bestia. Se le pide al paciente que imagine que está en los linderos de un
bosque, y se le dice que si mira con atención verá salir una bestia de entre
los árboles. Cuando el animal aparece en su fantasía, experimenta sentimientos
negativos tales como miedo, rabia o disgusto. Se lo alienta a fantasear una
aproximación, caricias y alimentación del animal. Si accede a hacerlo, tiene
lugar una transformación, por la que el adversario peligroso se transforma en
un aliado o un compañero. Mi amigo explica:
“La técnica de la alimentación invoca una conducta imaginaria de tipo afectuoso
y maternal frente a sentimientos de temor que han nacido por la idea de
amenaza. En la medida en que la amenaza y el miedo se proyectan y no son
apropiados .a la situación, el paciente cooperativo logra una buena oportunidad
de superarlos y de liberar a su conducta de su influencia.”1
Tanto el tercer sueño de mi paciente como el ensayo de mi amigo, me fueron
útiles para exorcizar a mi propio hermano oscuro. Mi manera característica
contrafóbica de superar la ansiedad me inclinaba (tanto en mi condición de
terapeuta como de paciente) a favorecer un cambio de ubicación con la bestia,
para ver qué se sentía al transformarse en la peligrosa araña, cuando me
encontraba en la desesperada situación de la mosca que ha caído en su red.
He advertido que cuando tratamos de aceptarnos a nosotros mismos, debemos
comenzar por prestar atención a lo que está oculto. Es obvio que en cierta
medida todos ocultamos nuestras actitudes asóciales detrás de nuestra persona.
Esta máscara del yo social es más indicativa de las exigencias culturales que
conforman nuestras interacciones, que de aquellos impulsos instintivos que la
cultura trata de domesticar. Y durante muchos años el psicoanálisis nos ha
venido repitiendo la necesidad de tratar de comprender los contenidos
reprimidos del inconsciente personal que subyacen a los aspectos más racionales
y realistas del yo. Jung ha ampliado nuestra comprensión de lo oculto por medio
de su concepto de la sombra, ese aspecto
_____________________________________________________
1Frank Harunian, "The Ethical
Relevence of a Psychutherapeutic Technique" Journal of Religion and Health,
vol. 6, N° 2. Abril de 1967. págs.152.
desautorizado o aun no revelado del yo que incluye no sólo el inconsciente
personal, sino también los motivos arquetípicos del inconsciente colectivo y
las funciones inferiores del tipo psicológico de un individuo dado.
Fuera de mi propio conflicto, destaco la importancia de estar en contacto con la
libertad de ser poderoso en un mundo duro. Pero tienen razón en vacilar antes
de seguir mis consejos, pues "para hombres con tipos diferentes de
estructura psicológica, convienen distintos tipos de ética."1
Aun así, oigan lo que tengo que decir y acéptenlo si quieren o háganlo a un
lado si no. Lo que quiero decirles es que es esencial que no nos engañemos. Cuando
podamos, debemos actuar con amor, pero cuando se exige ira, agresión y
violencia, debemos aprender a expedirnos con eficacia, rapidez y placer. Yo
trato de actuar con honestidad, compasión y ternura hacia quienes amo y aun
hacia otros seres humanos que pasan por mi camino y que me importan poco pero
que están tratando de vivir sin impedírmelo. No obstante, en presencia de mis
enemigos debo saber luchar como una fiera. Margaret Mead dijo una vez que los
buenos modales son útiles para entendernos con personas con las que no
convivimos. La honestidad es útil para con los amigos. La diplomacia y la
agresión la ahorro para mis enemigos.
Todo esto resultaría destructivo y cínico si los hombres fueran simplemente
buenos, o al menos respetables, pero como ya lo dijo Maquiavelo, como los
hombres no son buenos suele ser necesario invocar la fuerza del león y la
astucia del zorro. Si esa sutileza italiana les parece demasiado cínica a sus
sensibilidades humanistas, entonces vuelvan la mirada al antiguo y gran subconsciente
de la India, asiento tradicional de la reverencia y la paz. Los modernos
humanistas occidentales han mirado el oriente en estos últimos años como un
modelo de libertad espiritual, de paz interior y de medios no violentos de lograr un acuerdo social. Pero este modelo social idealizado tiene un reverso que suele quedar sin examinar.
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1Erich Neumann, Depth Psychology and a New
Ethic, traducción al inglés de Eugene Rolfe, HarperTorch Books, Harper and Row,
Nueva York, 1973, pág. 21.
"El pesimismo filosófico y
político hindú no es tocado por ninguna esperanza o ideal de progreso y
mejora."1
Y es así que en el Mahabharata, libro tradicional de guía práctica, se
esbozan cuatro modos principales de enfrentar a un enemigo. Son ellos: Saman,
el camino de la conciliación o la negociación; Danda, el camino del castigo o
la agresión; Dana, el soborno; y Bheta o la división del enemigo, con el fin de
debilitarlo. y por último, irónicamente, a estas cuatro tácticas principales se
agrega Maya. Aunque generalmente se define a Maya como la naturaleza ilusoria
de la vida cotidiana que debe superarse, transformarse y abandonarse para que
un hombre pueda llegar al nivel del despertar y la libertad espirituales, en
este contexto se define a Maya como un truco, un engaño, o el despliegue de una
ilusión con la que burlar al enemigo. Se sugieren otras tácticas menores, tales
como Upeksa, que significa pasar por alto, simular no interesarse diciendo que
uno no está preparado para tomar una decisión acerca de entrar o no en un
determinado asunto, Indrajala, que significa "la red del dios Indra"
(el Zeus hindú) e implica todas las variedades de estratagemas y trucos de
guerra. Estas sugerencias constituyen "los siete modos de acercarse a un
vecino en este océano sin sentimientos" 1, bajo la doctrina del
Matsya-inyaya, la Ley de los Peces: El pez grande se come al chico.
No debemos confundir los buenos modales con la moral. La vida puede carecer de
piedad, y el mal puede ser una necesidad. Steinbeck señaló que basta observar
un estanque para ver la vida en su desnudez. Allí podemos contemplar la Ley de
los Peces en acción. El que los grandes se coman a los chicos es también parte
de la naturaleza animal del hombre. Podemos construir templos, ser caritativos,
pintar y componer música. ¡Pero primero debemos sobrevivir! Y eso significa que
si hay peligro, y se trata de mi vida a la suya, le aseguro que haré lo posible
por salvarme yo.
En consecuencia, lo oculto debe revelarse antes que las apariencias asuman
forma y sustancia. Pero querría advertir contra la falacia
_____________________________________________________
1Heinrich Zimmer, Philosophies of India
(1951) pág. 127.
psicoanalítica según la cual sólo lo oculto es auténtico. Un hombre que
actúa y habla con amor de su mujer, puede a veces revelar en su sueño, en una
fantasía o en un lapsus, un odio inconsciente hacia esa misma mujer. Lo cual no
quiere decir que él en realidad la odie. Sólo sugiere que además de todos sus
sentimientos positivos, hay, por supuesto, una sombra, una ambigüedad, una
polaridad humana básica. La impureza es el único criterio confiable para la
realidad de un sentimiento. Para mí, este amor será más creíble cuando lo vea
mantenerse de pie frente al odio que debe acompañarlo. Si fuera "puro
", desconfiaría. Por lo que sé, nunca en mi vida he tenido un motivo puro.
Esta necesidad de aceptar el otro lado, el lado sombrío, es una de las bases
del enfoque del médico-"trickster", que, como vimos, se sintetiza en
el lema: estar donde ellos no están. La respuesta de una paciente ante mis
trucos reveladores de la sombra, fue experimentar su lucha contra mí (en
realidad con el reverso de ella misma) como un "combate con el molino de
viento". Lo describió de este modo:
“Sé que estoy mejor porque me siento peor.
Cuanto más bueno eres, más difícil se hace.
Cuanto más me robustezco, más débil me siento.
No puedes dármelo porque ya lo tengo.
No puedo ser más pequeña porque tú no eres
más grande (¡maldito sea!)
Cuanto más me pierdo, más se aclaran las cosas.
Me siento confundida, debo estar en lo cierto. Llego más lejos cuando me quedo
atascada.
Lo peor es saber que puedo hacerlo.
Los lugares más seguros son los más peligrosos.
Cuanto más lloro, más me río.
Cuanto más me esfuerzo, más te ríes.
Cuanto más te amo, más te odio.
Cuanto más lucho, más amigos tengo.
No puedo hacer que me ames, pues ya lo haces.
No puedo ser especial, todo el mundo/nadie lo es.
Cuando tengo permiso para descansar, es cuando "más trabajo.
A mi descanso lo llamas trabajo; A mi juego
lo llamas trabajo; A mi trabajo lo llamas trabajo. No puedo salir de eso
(¡maldito sea!).
Puesto que no puedo gustarte o disgustarte, haré lo que quiera.
No puedo ganar, pero no tengo que perder.
No hay éxito o fracaso, pero tengo que mantener lo que es mío.1
No es posible apreciar la luz sin conocer la oscuridad, los cielos sin la
tierra, lo seco sin lo húmedo, el calor en ausencia. del frío. Lo humano carece
de sentido para quien no conozca lo animal, así como un hombre sabe que lo es
plenamente en presencia de una mujer. Angel y demonio son caras de Jano. Caín
es incomprensible si no comprendemos a su hermano, Abel; y Jesús está
incompleto sin Judas.
La transformación que trae el reconocimiento y la aceptación de la
identidad sombría oculta no cambia a la persona, sino que la completa.
Por eso es que yo corregiría el cuento tradicional hindú del Hijo del Rey:
_____________________________________________________
1Marcia Deinelt, "Fighting the Windmill",
inédito, 1973
“Una vez había un hijo de un rey que, por haber nacido bajo una conjunción
astral desafortunada, fue alejado de la capital siendo aún un bebé, y entregado
a un hombre primitivo, un montañés, apartado de la civilización brahmánica (es
decir, un descastado sin educación y ritualmente impuro). En consecuencia vivió
durante muchos años bajo esta falsa idea: "Soy un montañés". En su
momento, sin embargo, el viejo rey murió. Y puesto que no había nadie que lo
reemplazara en el trono, uno de los ministros, que sabía que el niño había sido
llevado a las montañas años atrás, fue a buscarlo y una vez que lo encontró, le
dijo: "No eres un montañés, eres el Hijo del Rey". Inmediatamente el
joven abandonó la idea de que era un descastado y adoptó su naturaleza real. Se
dijo a sí mismo: "Soy un rey".1
Creo que nada ha cambiado en la esfera de los hechos, sólo ha habido una
transformación en su conciencia. ¿Es ahora un príncipe que creía ser un
montañés, o un montañés que sólo ahora comprende que es también el hijo de un
rey? Quizá sólo se trata de que ahora "se ha unido, al fin, con la
completud oculta de su naturaleza verdadera".2
No propongo tanto una reconciliación oriental por la armonía final de los
opuestos, como la necesidad de reconocer la existencia del otro lado. Mi
objetivo no es una paz perenne objetivada y una ausencia de conflictos. sino
más bien un estado vital y viable de tensión dinámica. No busco tanto el
acuerdo, como un equilibrio de fuerzas, pues ambas son necesarias.
Políticamente, por ejemplo, sé que cuando la izquierda triunfa los liberadores
no tardan en transformarse en los nuevos opresores contra los que hay que
actuar para que pueda continuar con fluidez el proceso humano. Lo que me
interesa es el flujo y el reflujo, el ritmo por el que todo cambia y nada
cambia, la vida en movimiento.
Tras haber expuesto, con cierta amplitud, la necesidad de sacar lo oculto a
la luz, quisiera hablar ahora acerca de cómo llegar a ser quien somos una vez
que todo ha salido a la superficie. La totalidad de mi visión se hará evidente
mediante otro de los tesoros del Oriente, esta vez el canto hindú de hace
veinticinco siglos, El Canto de Dios.
_____________________________________________________
1Heinrich Zimmer, Philosophies of India (1951) pág. 308. Citado del Sankhia Sutra, 4. 1.
2Heinrich Zimmer, Philosophies of India
(1951) pág. 310.
El Bhagavad Gita es un poderoso y poético diálogo que tiene lugar en un
campo de batalla antes de un épico encuentro de una larga guerra civil entre
reyes hindúes, un diálogo entre uno de estos reyes, Arjuna, y Sri Krishna,
encarnación del dios supremo que ha tomado la apariencia del conductor del
carro de Arjuna. La lucha por el poder había sobrevenido entre los
descendientes del rey Vichitravirya. El hijo mayor del rey había nacido ciego,
y su hermano menor, Pandu, se hizo cargo del trono cuando murió el padre. El
hermano mayor educó amargamente a sus hijos con la tenaz determinación de que
algún día reclamaran el trono. Y es así como estos jóvenes desafiaron a los
hijos de Pandu. Los hijos de Pandu, Arjuna y sus hermanos, habían pensado
compartir el poder, pero sus primos desposeídos los forzaron a una
confrontación en el campo de batalla.
Nuestro Señor Krishna se ofreció como mediador entre los primos combatientes,
pero sólo de acuerdo con los deseos de los antagonistas. Ofreció a uno de los
lados su fuerza en el combate, y al otro sus consejos y advertencias. Es así
como llegó a ocupar el puesto del conductor del carro de Arjuna. En la víspera
de la batalla, Krishna conduce el carro hacia el espacio libre entre ambos
ejércitos, de modo que Arjuna pueda ver las hordas enemigas. Al reconocer a
tantos de sus amigos y parientes, Arjuna se siente desfallecer y exclama con
desesperación: "No combatiré".
Krishna le explica a Arjuna cuáles son sus alternativas, y lo ayuda a decidir.
Aunque estas enseñanzas lo persuaden de que debe combatir, las palabras de
Krishna no son de ningún modo favorables a la guerra. Para apreciar lo que este
dios tiene para ofrecernos aún hoy, debemos ver ese campo de batalla como una
metáfora de un aspecto de la vida, y al carro de Arjuna como símbolo de su
identidad. En aquella época los hindúes se encontraban divididos en cuatro
categorías:
Vates y líderes.
Proveedores y servidores.
Estas categorías reflejaban las cuatro castas hindúes: los Brahmines, que eran
sacerdotes, los Chatrias que eran guerreros y políticos como Arjuna, los
Vaishyas que eran comerciantes, y los Sudras que constituían la clase
servidora.
Krishna le dice a Arjuna que hay más de una solución para su problema, así como
hay muchos senderos que conducen a una meta, modos alternativos de liberarse de
las ataduras espirituales, y más de un camino que lleve a la iluminación. Yoga
es la palabra que designa a esas disciplinas orientales de la persona, por
medio de las cuales puede buscarse un alivio a las interminables penas de la
vida. Krishna le describe el Yoga de la Renunciación (el camino ascético), el
Yoga de la Meditación (la búsqueda interior), el Yoga del Misticismo (la
rendición a la fe en la divinidad) y el Yoga de la Devoción (el amor y la adoración).
Pero Krishna dirige a Su alumno hacia el Karma Yoga, y hacia él quiero que
ustedes vuelvan la mirada.
El Karma Yoga es la doctrina de la salvación en el mundo, en la vida tal como
es, llegando a ser quien se es. No es posible, por supuesto, no actuar, no
vivir cada cual su 'vida, no ser uno mismo. "Todos están ineluctablemente
forzados a actuar:”1
Pero el camino a la salvación es actuar entregándose por entero al momento,
y renunciando a los frutos de la actividad. Todas las actividades deben
llevarse a cabo no en términos de lo que se trata de ser o del buen resultado
que esperemos, sino de acuerdo a quién se es y a lo que se siente aquÍ y ahora.
En el Bhagavad Gita, la naturaleza de una vida determinada se define en
términos de dharma o deber que cada cual halla en el karma de la vida en que ha
nacido, el karma de la personalidad que forma a un ser determinado en su única
vida. Y es así como Krishna instruye a Arjuna:
“Cumple con tu deber, siempre; pero sin darle importancia. Es así como un
hombre llega a la Verdad última, trabajando sin ansiedad frente a los
resultados.” 1
____________________________________________________
1The Song of God: Bhagavad Gita, traducido por Swami Prabhabananda y Christopher Isherwood, con introducción de Aldous Huxley, Mentor Religious Classic, Publicado por la New American Library, Nueva York, 1956. p.44 y ss.
Uno sólo necesita descubrir quién es, y actuar de acuerdo a su propia
naturaleza. El aspecto más importante de nuestra vida y personalidad es
simplemente que son nuestros y de nadie más. Como dice Krishna:
“Es preferible cumplir con nuestro deber, así sea de modo imperfecto, que
asumir los deberes de otra persona, aunque lo hagamos con éxito. Debes preferir
la muerte cumpliendo con tu deber; el deber de otro te llevará a un gran
peligro espiritual.” 1
Es preferible la propia vida, así en la vida imperfectamente, que la vida de otro
consumada con perfección. En cada vida, en cada ser humano determinado,
Brahman, el Poder Sagrado, se hace presente, y cada uno puede realizar su
propio y particular Acto de la Verdad.
Se cuenta una historia, por ejemplo, de cuando el justo rey Asoka, el más
grande de la gran dinastía de los Mauryas, "estaba en la ciudad de
Pataliputra, rodeado por el pueblo de la ciudad y del campo, por sus ministros
y su ejército y sus consejeros, y cerca de ellos corría el Ganges, alimentado
por las lluvias, lleno hasta el borde, al nivel de las orillas, de quinientas
leguas de largo y una de ancho". Señalando el río, el rey dijo a sus
ministros: "¿Hay alguien que pueda hacer que este poderoso Ganges corra
para atrás?" A lo que los ministros respondieron: "Sería muy difícil
hacerlo, Su Majestad".
Ahora bien, allí cerca, en la misma ribera del río, había una vieja cortesana
llamada Bindumati, y cuando oyó la pregunta del rey, se dijo: "Yo soy una
cortesana de la ciudad de Pataliputra, vivo de mi belleza; mi trabajo es el más
bajo de todos. Haré que el rey aprecie mi Acto de Verdad". Y ella realizó
un Acto de Verdad. En el momento en que realizaba su Acto de Verdad, aquel
poderoso Ganges fluyó en dirección opuesta a la que traía, con un rugido, y
todos los poderosos de la corte lo vieron.
Cuando el rey oyó el rugido que causaban las aguas del poderoso Ganges, quedó
atónito, y lleno de admiración y sorpresa. Le dijo a sus ministros: "¿Como es posible que el poderoso Ganges este
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1The Song of God:
Bhagavad Gita, traducido por Swami Prabhabananda y Christopher Isherwood, con
introducción de Aldous Huxley, Mentor Religious Classic, Publicado por la New
American Library, Nueva York, 1956. p.44 y ss.
volviendo
hacia sus fuentes?" "Su Majestad, la cortesana Bindumati oyó tus
palabras, y realizó un Acto de Verdad. Es en razón de este Acto de Verdad que
el poderoso Ganges fluye hacia atrás".
Con el corazón palpitante de excitación, el rey mismo se apresuró a ir a ver él
la cortesana, y le preguntó: "¿Es cierto, como me dicen, que tú, por un
Acto de Verdad, has hecho que este río Ganges fluya hacia atrás?" Dijo la
cortesana: "Por el Poder de la Verdad, su Majestad, he hecho que este
poderoso Ganges vuelva sobre sus pasos".
Dijo el rey: "¡Tú posees el Poder de la Verdad! ¡Tú, una ladrona,
timadora, corrupta, viciosa, una vieja pecadora que has roto con todos los
lazos de la moral y vives en el fango!" "Es cierto, su Majestad; soy
lo que dices. Pero aun yo, la mujer perdida que soy, poseo un Acto de Verdad
por medio del cual, si lo deseara, podría dar vuelta todo el mundo de los
hombres, y el mundo de los dioses". Dijo el rey: "¿Pero en qué
consiste este Acto de Verdad? Por favor, ilumíname".
"Su Majestad, sea quien sea el que me da dinero, sea un Chatria o un
Brahmán O' un Vaishya o un Sudra de cualquier otra casta, a todos los trato
exactamente igual. Si es un Chatria, no hago ninguna distinción en su favor. Si
es un Sudra, no lo desprecio. Libre a la vez de la adulación y del orgullo,
sirvo al que tiene dinero. Este, su Majestad, es el Acto de Verdad por el que
he logrado que el poderoso Ganges fluya hacia atrás." 1
Cometemos un error si nos preguntarnos: "¿Soy lo suficientemente
bueno?" o " ¿Vale la pena ser el que soy?" Cualquier cosa que
seamos o hagamos, siempre es lo que tenía que ser. Es nuestro Acto de Verdad.
Psicológicamente, muchos de nuestros problemas comenzaron cuando, de niños,
alguien nos llevó a preguntarnos si valía la pena nuestra existencia. O'
nuestros actos, ¿Quién oyó hablar alguna vez de un niño que se sintiera
inadecuado, O' que no supiera cómo ser un niño? ¿Cómo podría no ser lo correcto
que yo fuera yo? ¿Cómo podría no ser lo correcto que usted fuera usted? La
Chispa Divina de cada persona está en que es precisamente esa persona, si
definimos al ser humano en la tradición occidental judeo-cristiana del Mesías:
_____________________________________________________
1Heinrich Zimmer,
Philosophies of India (1951) pág. 160-162.
¿Cómo debe comportarse un Mesías? Díganme. ¿Lo saben? Ustedes sólo saben
una cosa: que alivia el dolor, el preciso dolor que ustedes sienten. Es el
Mesías de nuestras particularidades.1
O en la tradición oriental, hindú-budista, de la universalidad del ser supremo
que dice:
“Sea cual sea la semilla de todas las criaturas, soy yo.
No hay criatura, móvil o inmóvil, que pueda existir sin Mí. Soy el engaño del
tramposo, soy el poder del poderoso, soy la victoria, soy la ética, soy la
pureza del puro”. 2
Es el jóker del mazo del Tarot, el Tonto que tiene la sabiduría de
preguntar" ¿Quién soy?" Con inocencia, sin segundas intenciones, da
un paso hacia lo desconocido para llegar a ser quien es. Si aparece en posición
correcta, constituye la elección correcta. Invertido, confundirá su identidad y
vivirá la vida de otro.
Nuestra única esperanza es aprender a vivir cada momento- lo mejor que podamos,
vivir la vida como un trabajo que se realiza, en lo posible, sin ansiedad por
los resultados, "en la calma de la rendición a uno mismo". 3
Sólo entonces podremos vivir en plenitud nuestra vida y ser quien somos,
comprometiéndonos con lo que hacemos en ese momento, haciéndolo a nuestro modo,
siendo capaces de declarar no que mi vida es perfecta, pero que, imperfecta
como es, sin duda alguna es mía sola y de nadie más. Pues Krishna nos dice:
_____________________________________________________
1Arthur A. Cohen, In the Days 01 Simon
Stern, Random House, Nueva York, 1972, pág. 346.) … un hombre determinado
salva... (a otro) hombre determinado. (Arthur A. Cohen, In the Days 01 Simon
Stern, Random House, Nueva York, 1972, pág. 347.).
2Heinrich Zimmer, Philosophies of India
(1951) pág. 398. Citado de la traducción de Swami Nikhilananda de The Bhagavad
Gita, Nueva York, 1944
3The Song of God: Bhagavad Gita, traducido
por Swami Prabhabananda y Christopher Isherwood, con introducción de Aldous
Huxley, Mentor Religious Classic, Publicado por la New American Library, Nueva
York, 1956. p.41.
“Cuando un hombre actúa de acuerdo a la ley de -su naturaleza, no puede
pecar. En consecuencia, nadie debe abandonar su trabajo natural, aunque lo haga
imperfectamente. Pues toda acción denota la imperfección, como el humo al
fuego”.1
Y en respuesta, podemos regocijarnos al llegar a ser quien somos, como lo hace
Arjuna cuando responde:
“Por tu gracia, Señor, mis errores se han disipado. Mi mente se yergue con
firmeza. Sus dudas han terminado. Haré tu voluntad .”1
…OM. Paz, Paz, Paz.
__________________________________________________________________
1The Song of God:
Bhagavad Gita, traducido por Swami Prabhabananda y Christopher Isherwood, con
introducción de Aldous Huxley, Mentor Religious Classic, Publicado por la New
American Library, Nueva York, 1956. p.127.
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