Otras
formas de amor: Philos y Ágape
Por
Paulo Coelho 24 de Febrero de 2013
Que
en ningún momento pierdas el entusiasmo: es una fuerza mayor, dirigida hacia la
victoria final. No podemos dejarlo escapar solo porque tengamos que hacer
frente a pequeñas y necesarias derrotas.
En
1986, en la ciudad de Logroño, estábamos celebrando una boda cuando mi guía,
Petrus, empezó a hablar de las tres palabras que utilizan los griegos para
referirse al amor: Eros, Philos y Ágape. Señalando a una pareja de ancianos,
dijo:
-Mira
a esos dos. No se dejarán contagiar por la hipocresía, como tantos otros. Por
su aspecto, deben de ser una pareja de labradores. El hambre y la necesidad los
han obligado a superar juntos muchas dificultades. Descubrieron la fuerza del
amor a través del trabajo, que es donde Eros muestra su rostro más bello,
también conocido como Philos.
–¿Y
qué es Philos?
–Philos
es el amor en forma de amistad. Es aquello que yo siento por ti y por los
demás. Cuando la llama de Eros no puede brillar más, es Philos quien mantiene
juntas a las parejas.
–¿Y
Ágape?
–Ágape
es el amor total, el amor que devora a quien lo experimenta. Quien conoce y
experimenta a Ágape, se da cuenta de que, en este mundo, nada sino amar tiene
importancia. Este fue el amor que sintió Jesús por la humanidad, y fue tan
grande que sacudió las estrellas y cambió el curso de la historia del hombre.
“A
lo largo de los milenios de la historia de la civilización, muchas personas se
han sentido invadidas por este amor que devora. Tenían tanto que dar (y el
mundo les exigía tan poco) que se vieron obligadas a buscar los desiertos y los
lugares más apartados, porque el amor era tan grande que las transfiguraba. Se
convirtieron en los santos ermitaños que hoy conocemos.
“Para
mí y para ti, que experimentamos otra forma de Ágape, esta vida puede parecer
dura, terrible. Sin embargo, el amor que devora hace que todo lo demás pierda
importancia: estas personas solo viven para ser consumidas por su amor”.
Hizo
una pausa.
–Ágape
es el amor que devora, repitió una vez más, como si esta fuese la frase que
mejor definiese aquella extraña forma de amor. Martin Luther King dijo en una
ocasión que, cuando Cristo hablaba de amar a los enemigos, se refería a Ágape.
Porque, según él, era “imposible querer a nuestros enemigos, a aquellos que nos
hacen mal, y que intentan hacer aún más miserable nuestro sufrido día a día”.
“Pero
Ágape es mucho más que querer. Es un sentimiento que invade todo, que se cuela
por todas las rendijas, y que hace que todo intento de agresión se convierta en
polvo.
“Existen
dos formas de Ágape. Una es el aislamiento, la vida dedicada solo a la
contemplación. La otra es exactamente lo contrario: el contacto con los seres
humanos, y el entusiasmo, el sentido sagrado del trabajo. Entusiasmo significa
trance, arrebato, vínculo con Dios. Entusiasmo es Ágape dirigido a alguna idea,
a una cosa.
“Cuando
amamos y creemos en algo desde el fondo de nuestra alma, nos sentimos más
fuertes que el mundo, y nos invade una serenidad que viene de la certeza de que
nada podrá vencer a nuestra fe. Esta fuerza extraña hace que tomemos siempre
las decisiones correctas, en el momento preciso, y nos sorprendamos de nuestra
propia capacidad cuando alcanzamos nuestro objetivo.
“El
entusiasmo se manifiesta normalmente con todo su poder en los primeros años de
nuestra vida. Todavía tenemos un fuerte lazo con la divinidad, y nos lanzamos
con tanto arrebato a nuestros juegos que las muñecas cobran vida y los
soldaditos de plomo se ponen a desfilar. Cuando Jesús dijo que de los niños era
el Reino de los Cielos, se refería a Ágape en forma de entusiasmo. Los niños
llegaron a Él sin preocuparse por sus milagros, su sabiduría, los fariseos o
los apóstoles. Fueron a Él alegres, movidos por el entusiasmo.
En
los afables tiempos del Tao.
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